Pero yo seguia con la mente en sequia

Beyonce está celosa

Llanuras de la nada, ramas quebradizas, huesos dispersos y un sol abrasador son algunas de las palabras que pintan una imagen clara de la región norteña de Kunene, en Namibia. Aquí, algunas partes llevan casi una década de sequía. Cada año, los ecosistemas se deterioran más, disminuyendo los pastizales y dejando a los ganaderos sin esperanza, recogiendo cadáveres en lugar de terneros.

De las siete circunscripciones de la región, sólo dos no están tan gravemente afectadas. La situación es realmente grave. En esta región viven grupos indígenas como los OvaHimba, los Damara y los Herero, que dependen principalmente de la agricultura como fuente de alimentos e ingresos. Los refugiados angoleños también se encuentran aquí tras abandonar su país, asolado por la sequía, en busca de una vida mejor, una trágica ironía porque podrían estar peor en el árido norte de Namibia.

Aunque me he criado en esta región, tengo la sensación de estar en un mundo aparte de mi ciudad natal. Ésta es sólo la segunda vez que hago el viaje al norte, a Opuwo, la capital de Kunene. Al salir de las circunscripciones menos afectadas de Outjo y Kamanjab, me sorprende el cambio de paisaje, ya que los campos de veld se convierten en extensiones de polvo y árboles muertos.

Becky con el pelo bueno

“Si seguimos teniendo sequías como ésta, no podremos seguir siendo pastores. Eso es porque nadie nos ayuda a nosotros ni a nuestro ganado. Hago un llamamiento al gobierno para que nos ayude. Es una situación insoportable. A veces no quiero creer que haya perdido todo mi ganado”.

“Como pastor, estaba acostumbrado a que no lloviera lo suficiente y a que tuviera un impacto mínimo en el ganado de Borena. Pero nunca en mi vida había experimentado una sequía como ésta”, explicó Jatani Guyo Jawe, del pueblo de Ego, en Dubluk.

Las personas mayores corren un riesgo especial. Muchos han sido dejados atrás por sus hijos adultos, que se marchan para escapar de la sequía o buscar oportunidades económicas, ya que no tienen fuerzas para emigrar con el ganado que les queda y ahora se encargan de alimentar a sus nietos cuando apenas pueden alimentarse a sí mismos. Dependían por completo de su ganado para alimentarse y ganarse la vida, pero ahora no tienen nada.

Malicha explica: “Todos los pastos están desnudos. Los estanques se han secado. Nuestras vacas no tienen nada que comer. Intenté mantenerlas vivas comprando heno con el dinero que había ahorrado. Sin embargo, no podía hacerlo. Finalmente, me llevé todas mis vacas a un distrito cercano llamado Miyo, a unos 80 kilómetros de mi pueblo. Allí me encontré con la misma situación, así que volví inmediatamente, y las vacas empezaron a morir en el camino de vuelta a casa”.

Beyoncé se mantiene en pie

Este trabajo ha revelado que las prolaminas de las semillas de cacahuete tienen probablemente una función defensiva, además del conocido almacenamiento de nitrógeno. Se utilizaron enfoques de estrés por sequía y proteómica en variedades de cacahuetes para explorar el miembro de la prolamina en asociación con una prueba contra la germinación de esporas de Aspergillus flavus. El efecto del estrés se demostró mediante la biomasa aérea, el contenido de malondialdehído en las hojas y la contaminación de las semillas por A. flavus. Los perfiles de electroforesis en gel de dodecil sulfato de sodio-poliacrilamida no fueron informativos para los polipéptidos antifúngicos. A partir de la electroforesis en gel bidimensional, los polipéptidos sospechosos fueron aquellos con pI 5,45-5,75 y tamaños de 22,0-30,5 kDa específicamente en los cacahuetes de tipo español. En relación con el efecto de la sequía en la mayoría de estos cacahuetes, el análisis del volumen del pico de la mancha dedujo tres nuevos polipéptidos antifúngicos relacionados con la prolamina en pI 5,75-5,8 con 30,5, 27,5-28,5 y 22,0-22,5 kDa, lo que se confirmó tras la purificación isoeléctrica a pH 5,60. Los datos no pudieron concluir aún su correlación con la resistencia a la sequía y a la infección de las semillas por A. flavus.

Castillos de arena beyoncé

Estoy llegando rápidamente a mi tercer mes como EUAV en Shianda, al oeste de Kenia, lo que hará la mitad de mi tiempo aquí. Hasta ahora, esta experiencia me ha aportado mucho, pero también me ha ayudado a profundizar en mí misma y a entenderme mejor.

El mejor término para expresar mi sentimiento y estado de ánimo cuando llegué aquí es confusión. Me sentía sola y no podía entender mi verdadero propósito aquí. Esto hizo que me resultara muy difícil quedarme aquí.  Estaba muy emocionada antes de mi partida, satisfecha y feliz por haber encontrado un puesto que realmente se ajustaba a mis estudios, y ansiosa por empezar a trabajar.

Una vez en Shianda, comprendí que las cosas funcionan “pole pole”, que significa “lentamente” en swahili. No podía entender qué hacía aquí, ni cuáles eran mis tareas. Todo esto empeoraba por el hecho de que estaba solo, sin nadie con quien comunicarme, que pudiera entenderme.

La situación empezó a cambiar cuando por fin conocí a las presidentas de los grupos comunitarios con los que iba a trabajar. Todavía estaba confundida sobre qué hacer con ellas, pero me comprometí a buscar en lo más profundo de su trabajo, para entender qué habían hecho en el pasado con los anteriores voluntarios y cuáles eran sus retos en la actualidad.